Al leer la entrevista que me hizo The Clinic acerca de la Huelga de Hambre de 1984, en la Universidad Católica, que sentó un precedente judicial que coarta la libertad de las personas para defenderse de los poderosos con lo único que cuentan, su vía, quienes se avergüenzan de ser nombrados como los responsables de dicho acto, siento tristeza porque aún los Derechos Humanos siguen siendo para una buena parte de la sociedad un discurso carente de carne y espíritu.

¿Qué habría logrado Gandhi sin hacer muchas y extremas Huelgas de Hambre, por la independencia de la India?

La gente olvida que este decreto fue proclamado por una Corte Suprema coptada por la dictadura del general Pinochet y promovida por abogados del gremialismo, que se adueñaron  de la universidad en aquellos años.

Para mí es triste saber que Celestino Córdova será obligado a comer por la fuerza de este decreto impuro o cualquier otro que como él defienda una causa justa.

Sin embargo, siento alegría por el reconocimiento que tiene la Huelga de Hambre de 1984 en la actualidad, como un hecho histórico digno de rescatar del olvido. Mediante ella se rescata el Campus Oriente y las escuelas humanistas, centro y motor del movimiento estudiantil democrático, vibrante y mágico.

Es la historia de un puñado de muchachas y muchachos que pusieron en jaque a los poderosos dirigentes de la universidad y del país, con su cuerpo y alma para protestar.

Julio César Ibarra Villalobos